Me trasplantaron un riñón el 23 de junio del 2015, a causa de insuficiencia renal
crónica (IRC)2. Después de haber egresado de cuidados intensivos del hospital,
estuve en aislamiento en mi cuarto por tres meses para recuperación, sin tener
acceso a celular, computadora, cámara, libros y tv. Sólo el catre y una mesita para
lo que se necesitara, ya que cualquier cosa distinta a éstas podrían contaminar mi organismo, puesto que los medicamentos evitan rechazo del riñón e inhibe mi
sistema inmunológico.
Mi cuerpo tenía que adaptar el riñón a sí mismo para regular
la presión arterial, desecho de toxinas por medio de la orina y elevar la
hemoglobina. En ese tiempo no tuve contacto con familiares, a excepción de mi
madre, fue un lapso en donde para mí; el mundo no existió, ni yo para él, fue como
si estuviera muerto, como si el cuarto fuera un ataúd. Este aislamiento por voluntad propia jamás lo habría hecho, ni por introspección espiritual, tampoco por
recomendación psicológica.
El aislamiento sirvió para darme cuenta que más que un castigo, el estar
apartado me otorgó una forma distinta de comprender mi entorno sin la necesidad
de hacer lo habitual, puedo decir que yo, no soy yo; por lo menos no soy el mismo
yo interior, aunque fue y sigue siendo muy importante el tener una oportunidad
más con este trasplante, queda en segundo término, y lo que más aprecio, fue ese
aislamiento hasta hoy día, sin sonar pretencioso, convivir conmigo el tiempo que
permanecí ahí me cambió más de lo que creí y lo sigo viendo reflejado en mi vida,
más que nada en mis fotografías, medio por el cual me es más fácil externar las
ideas sobre los espacios que habito, por más simples que sean siempre hay un
ángulo que puedo capturar, otorgándole un nuevo significado para otros que pueden
tener acceso a mis fotografías.