Inopia significa pobreza o indigencia y se utiliza también para referirse a alguien distraído
o que no se entera de lo que sucede en su entorno.
La palabra llega a mí al convivir con un buen amigo, que hace mención de esta cuando su estado
de ánimo lo asemeja a un habitante de calle, y que, aunque él tenga hogar y una vida “estable”
termina siendo como “ellos” porque su espíritu creativo está siendo reprimido por una fuerza
que sin rostro aparente domina su mente y la de cada uno según sea el caso.
La voluntad se vuelve trizas porque no hay estabilidad emocional, la mente no reacciona a las
tareas habituales y sencillas que sólo tomarían minutos para su realización, y las sábanas
dentro de la cama parece ser el mejor refugio.
La salud mental en términos generales es el equilibrio de una persona con su entorno sociocultural
que garantiza su participación laboral, intelectual y relaciones para alcanzar un bienestar y
calidad de vida, misma que con el estrés de los días pasa a segundo plano como prioridad, ya que
el ritmo para poder continuar y aspirar a los ideales que nos mueven, es cada vez más acelerado;
arrastrando a la rutina dentro de neurosis colectiva donde se encuentra el fantasma de aquel niño
reprimido que de forma simbólica y en sus acciones continuas, se enfrenta a los conflictos que padeció en la infancia.
Descubrí que sólo me faltaba conocer esa palabra para descifrar aquello que inicie por instinto en el 2018,
no era más que un manifiesto de lo que más he observado, dentro y fuera de mi círculo social más cercano,
nadie está exento de sentir uno o muchos vacíos por causas múltiples, que termina silenciando para sentir pertenecer a algo.